Traspasando como pocas el territorio estrictamente cinematográfico, "Twilight" es el último fenómeno social de la uniforme iconografía de las preadolescentes consumidoras. Inocentes víctimas donde hundir el colmillo, carne blanda anestesiada de belleza y hormonas. La caja registradora de "High School Musical" a la Disney le cayó del cielo, porque el éxito televisivo del instituto bailarín nadie lo esperaba. Pero en este caso la productora Summit Entertainment (interesante sello distribuidor de "Bridge to Terabithia", "Babel", "Once", "Step Up", "In the Valley Of Elah", "Michael Clayton", etc) sabía muy bien lo que hacía, y cuidando los –baratos- detalles ha conseguido armar una franquicia con buenos pilares. Legión de fans de los libros de Meyer, y eficaces redes virales, versión marketing a coste cero. Un tema -vampiros jóvenes- en plena época de cine de terror adolescente, y una historia de pasión imposible en tiempos del proselitismo virginal de Hannah Montana & Cía (antes de Miley Cyrus). Y por último la parejita, ellos dos, que dan el tipo: Bella y el bello, la niña mona desganada y el guapo misterioso. Con sus nombres tan chulos. Bella Swann y Edward Cullen. Él es malo, pero está tan bueno que encandila a las niñas, que acostumbradas a la perfección de los Jonas y los Efron descubren aquí la atracción por lo inquietante, la palpitación ante lo prohibido. Y ella soy "yo", la prota con voz en off pero también la cliente ideal, la que ha pagado la entrada y la que se sabe el libro de pe a Pattinson. La pena, lástima, es que en "Twilight" la mitad del tiempo entre ellos sólo hay 'miraditas', y cuando empiezan a hablar deseas que nunca hubieran abierto la boca. Es lo que tiene el febril amor de juventud, la devoción incontrolada al guapo de la clase o a la peli de Hardwicke, que para cierta edad está muy bien, que hay miradas del inmortal que matan, pero luego creces, y ya se sabe que la adolescencia es una enfermedad que se cura con la edad. Tranquilas: habrá otros colmillos ante los que dejarse tentar o caer rendidas. También con nombres sonoros, como George Clooney, Liberty Valance o Louis Vuitton. Y de algunas tentaciones siempre es bueno recordar que la cultura cura.
Pablo Kurt: FilmAffinity















